Las mujeres estaban allí, pero casi nadie nos ha hablado de ellas. Los relatos más tradicionales de la historia han minimizado o ignorado las contribuciones de las mujeres. En este artículo explicamos pedazos de la historia de Baix-a-Mar centrándonos en aspectos de la vida del núcleo marinero donde las mujeres han tenido el mismo o más protagonismo que los hombres y que éste no ha estado reconocido.
Para ello hemos recuperado la visita guiada al Espai Far creada con motivo del 8 de marzo, día de la mujer, y también hemos consultado varios libros, documentos y trabajos al respecto, como los diferentes cuadernos de “ La memoria del futuro ”, editados por el Ayuntamiento de Vilanova, o los relatos que aparecen en el documental “Un puñado de memorias”. También hemos contado con los testigos de primera mano de algunas mujeres marineras, como Gertrudis Lloveras, Juani Rubio, Montse Ferrer y Antonia Ruiz, que han participado en el proyecto de memoria oral del Espai Far.
Dos mujeres remendando las redes en Baix-a-Mar a principios del s. XX. Autoría desconocida.
Vilanova y la Geltrú respira mar. Somos gente de mar desde siempre. En el núcleo de mar, en Baix-a-Mar, la pesca ha sido de sus orígenes una de las principales actividades económicas y son muchas las familias que han vivido y viven del oficio de la pesca. En el mundo del mar siempre ha habido mujeres, pero en cambio, tradicionalmente, es un sector en el que han sido más visibles los hombres. Es necesario hacer valer, pues, la participación femenina en las actividades marineras.
Habitualmente han sido los hombres los que han ido a pescar, aunque hay algunas excepciones de mujeres pescadoras (¡en Vilanova tenemos un par!). Sin embargo, el trabajo femenino ha sido y es imprescindible en el proceso que hace que el pescado llegue cada día al palco y después al mercado oa las pescaderías. Las mujeres, por ejemplo, han trabajado en el mantenimiento de las redes (las remendadoras o surgidoras), en el transporte del pescado y también en muchas ocasiones eran las encargadas de hacer la venta del pescado. Estas tareas no les eran fáciles, ya que debían compaginarlas con la administración de la economía doméstica, el cuidado de las casas y de la familia. Las hijas y mujeres de pescadores participaban en el oficio y la economía familiar. A menudo lo hacían de manera no remunerada, arremangándose según las necesidades para arreglar las redes, coser las velas, cargar el pescado, llevarlo a vender, venderlo… Todo esto aparte de ocuparse de la familia y la casa y, muchas veces, también trabajaban de forma remunerada en una fábrica textil o en un taller de costura. La consecuencia de esto es que las mujeres podían tener o bien una doble jornada (remunerada y no remunerada ocupándose de la casa) o una triple jornada (remunerada y no remunerada haciendo trabajos relacionados con la profesión del marido y en casa ocupándose de los niños y niñas de la casa).
En Baix-a-Mar, las niñas, ya de pequeñas, ayudaban en los trabajos domésticos y cuidaban a los hermanos y hermanas y ayudaban en el negocio familiar de la pesca. Cuando eran mayores estudiaban y habitualmente iban a trabajar en alguna fábrica textil o en un taller.
Ellas, las niñas, de pequeñas, ya empezaban a abonar las artes. Y se acordaban de l’Ametlla, las provenientes de allí, que ya se iniciaban en la ayuda familiar, trajinando a los hermanos pequeños en el cucharro, ensanchado al anca. Después, cuando se hacían todas unas mujercitas, que ya entraban en la Fábrica de Mar o en Cal Marquès, como aprendices de metcheras, las vísperas iban a las “Escuelas Obreras” oa las “Teresas” a ampliar estudios ya aprender las cosas de la hogar. Para muchas representaba un empezar a aprender realmente a leer y escribir.
“La vida marinera en Vilanova y la Geltrú” . Xavier García. 1980
Todos los días, de lunes a viernes, las barcas de Vilanova salen a pescar. Por la mañana las de arrastre, por la noche las de cerco y durante todo el día, a diferentes horas, las del trasmallo, las que van a pescar la sepia con asas, las que van al marisqueo oa pescar pulpos con los catúfols o caducos…
La Trinitat Botifoll, que murió en el 2016, hace cuatro años, fue una pionera en convertirse en la primera mujer de Vilanova en sacarse la licencia de pesca. Trabajaba en la fábrica de Cal Marqués, pero la dejó para embarcarse en el mar con su marido.
Trinidad Botifoll Lázaro en su barca Trinidad en un día de pesca. Autor desconocido, 1970. Archivo de la familia Ametllé Botifoll
Antonia Ruiz estudió en el Pòsit, en la casa del mar, se quitó la competencia y empezó a ir al mar a pescar tallarines, almejas o pulpos. Podemos oírla explicando su experiencia en este vídeo:
A lo largo de la historia de la pesca, las mujeres han sido pieza clave. En Baix-a-Mar han tenido un papel protagonista las remendadoras, es decir las responsables de arreglar los pedazos rotos de las redes de pescar una vez acabada la jornada de los pescadores. Esta tarea es uno de los oficios de mar más antiguos tradicionalmente realizados por mujeres. Cuando las barcas de pescadores llegaban a la playa y descargaban la captura para venderla, extendían al sol las redes que habían utilizado para secarlas y para que las mujeres repararan las rasgadas que se habían producido. Los pescadores señalaban los trozos de red que debían ser parcheados y entonces empezaba el trabajo de las remendadoras. Ser remendadora no era una tarea fácil, era dura y cansada, en la que las mujeres debían trabajar en la playa, a menudo de pie o sentadas en sillas de mimbre en mala posición. Habitualmente las sargidoras no tenían un horario establecido, pasaban tantas horas como fuera necesario para reparar las redes y dejarlas terminadas por la jornada de pesca del día siguiente. A menudo, los trabajos se realizaban en grupo, con miembros de la misma familia, aunque en alguna ocasión, cuando había mucho trabajo, se contaba con la ayuda de otras mujeres del pueblo. El trabajo de revolver o zurcir era, por tradición, exclusivamente de mujeres, que transmitían los conocimientos a la siguiente generación de mujeres de la familia. Esta actividad se desarrolló intensamente hasta los años cincuenta del siglo XX. Fue en ese momento cuando se empezó a usar materiales más resistentes como el nylon en la fabricación de las redes y no era tan necesaria su reparación. En Vilanova durante muchos años habían trabajado a sueldo de la cofradía hasta 17 remendadores. Hoy en día tan sólo trabajan dos, Juani Rubio y Montse Ferrer, arreglando las averías de las redes de las barcas de luz. Las podemos escuchar y ver en este vídeo:
La vida en la playa de Vilanova y la Geltrú ha ido cambiando a lo largo del tiempo. La fachada marítima se transformó totalmente con la construcción del puerto, que se inauguró en 1954. La ida de las barcas de pesca en el muelle hizo que paulatinamente cambiaran los usos de la playa, que antiguamente sólo se utilizaba para pescar. Algunas décadas más tarde, con la moda del veraneo, el mar empezó a ser frecuentado por bañistas que disfrutaban de la playa como espacio de ocio. Antes de la construcción del puerto, el agua llegaba delante del paseo del Carme. Era una época en la que los habitantes del núcleo marinero no usaban la playa como lugar de ocio, pero sí a menudo se bañaban. Siguiendo unas normas muy estrictas, eso sí:
En el “Bando” del Ayuntamiento era ordenado que las mujeres podían bañarse desde el torrente de la Pastera hasta la parte de San Cristóbal o sea en la antigua Platgeta dels Frares. Los hombres, durante las horas diurnas, tenían que hacerlo en la parte de Sant Gervasi. Una vez puesto el gran astro, hasta el amanecer del día siguiente, se podían acercar hasta el Camí Gran. Verdaderamente no había ninguna probabilidad de contacto ni de miradas indiscretas. Los contraventores eran sancionados, si les atrapaban los carabineros, con ocho reales, la primera vez, y con dieciséis, la segunda. Memorizarse y tostarse bajo los rayos del hermano solo no era costumbre generalizada. Muchas chicas iban a bañarse de madrugada, antes de entrar en la fábrica. Otros lo hacían de noche, al amparo de las barcas, bajo la luz de la luna, vigilantes todas que no se acercara ningún mirón. En los primeros tiempos usaban para bañarse una ancha túnica, como las de camisa de dormir, la cual, una vez mojada, se les agarraba y resaltaba las formas, o bien hinchándose, se les escurría hasta el cuello. y las dejaba desnudas, bajo el agua. Después fue tomando forma el traje de baño, a base de bombachos hasta media pierna con todo de farolillos, escote muy reducido y mangueras hasta el codo.
“La vida marinera en Vilanova i la Geltrú” . Xavier García. 1980
Imagen de una barca en playa, amb dones posant i la Torre de Ribes Roges detrás. Verano de 1927. Arxiu de la familia Gibert.
Uno de los espacios más curiosos de la playa, desde 1942 hasta 2008, fue el Museo de Curiosidades Marineras, el museo creado por el señor Francesc Roig Toqués, un museo que no hubiera sido posible sin su mujer, Maria Raspall . Ella ayudó siempre a Francisco en su proyecto. Participó en la creación de las famosas maquetas de barcos, algunas de las prendas más famosas de la colección marinera; ella cosía las velas. O también era esencial en sus filmaciones. Por ejemplo, la película “Paciencia Embotellada”, que ganó muchos premios y que se puede ver en el Espai Far, fue grabada por ella. Trabajó en la Fábrica de cintas, ubicada en la calle de las barcas, hasta que se casó.
La ciudad de Vilanova y la Geltrú entre el siglo XVIII y XIX experimentó un gran progreso gracias al comercio con América, ya que desde Vilanova y otros puntos de la costa catalana se marchaban muchos negociantes a exportar vino y aguardiente e importaban productos de las diferentes zonas americanas. En Vilanova hubo sobre todo mucho negocio con Cuba de donde importaban productos típicos cubanos como el cacao, azúcar, algodón y tabaco. En este comercio cobró mucha importancia la figura de los indianos o americanos que eran los que comercializaban con América. No todos los que se volcaron en la aventura americana se enriquecieron: algunos no volvieron porque se integraron en la nueva sociedad, otros fracasaron y otros nunca más se tuvo noticia de ello. Algunos de ellos sí hicieron fortuna. Se sabe que en algunos casos, para hacer ese dinero algunos indianos usaron mano de obra esclava o se beneficiaban de personas que trabajaban en condiciones durísimas. El caso es que el regreso a Vilanova de algunos indianos significó, también, el retorno de buena parte de los beneficios y capitales generados en la isla. La mayoría de los indianos eran hombres.
Algunas de las mujeres vilanovinas que se fueron fueron Anna Alegret y Teresa Mayol con destino a La Habana y Puerto Rico respectivamente. Por otra parte, las mujeres de los indianos que no viajaban con ellos y les esperaban en casa eran muy a menudo las encargadas de administrar el dinero que ellos traían. Algunas veces eran estas mujeres las que gestionaban el dinero que sus maridos habían hecho con sus negocios y en muchas ocasiones eran ellas las que decidían destinar parte de ese dinero a la beneficencia oa proyectos sociales como crear escuelas, hogares para gente grande o enferma. En la escena existía la línea de intervención femenina constante en las obras de caridad (patronatos, instituciones de ayuda a los obreros…) mantenida a lo largo del siglo XIX. La historiografía de las mujeres justamente se ha preguntado por el significado político de esta beneficencia femenina y la autoridad que se esconde detrás de la negociación y de la distribución de recursos y servicios en la comunidad, reinterpretando la noción de economía doméstica . Estas mujeres no aparecen directamente en las construcciones que ellas potenciaron porque éstas llevan el nombre de los indianos, pero cabe pensar que en muchas ocasiones fueron ellas las que impulsaron estos proyectos. En Vilanova, con el dinero proveniente de los indianos se llevó el agua potable a las diferentes fuentes monumentales que hay repartidas por todo el núcleo, se hicieron escuelas, nuevas fábricas, casas modernistas y novecentistas y también impulsaron la llegada del ferrocarril.
Algunos de los chalés de Ribes Roges construidos a inicios del siglo XX. Foto: A.T.V.
En ejemplo de la participación femenina en las obras de beneficencia lo tenemos en Marcel·lina Jacas y Salom (Vilanova y la Geltrú 1836 – Barcelona 1926) quien cedió al Ayuntamiento unos terrenos rústicos de su propiedad, de unos cuatro mil trescientos metros cuadrados, situados en el margen derecho del torrente de Sant Joan, en la actual zona residencial de Ribes Roges. El objetivo de esta donación fue la construcción de once chalés, una de las primeras ciudades jardín del país, como inversión que hacía la institución benéfica, el Amparo de Ciegas de Santa Llúcia, presidido por Anna Raventós de Sauri, promotora del proyecto para conseguir beneficios con su venta y destinarlos al sostenimiento de la entidad benéfica. La cesión permitiría, al mismo tiempo, prolongar el paseo marítimo con la disposición de una hilera de palmeras, tamarindos y adelfas intercaladas con farolas. De estos once chalés, hoy se conservan nueve.
La nueva economía generada con el impulso del dinero proveniente del comercio permitió la industrialización de Vilanova y la Geltrú. En el mil ochocientos, el algodón que llegaba por mar era transformado por las nuevas fábricas, y Vilanova se convirtió en uno de los principales núcleos industriales textiles del país, con ocho vapores algodoneros en 1880. También el barrio de Mar vivió esta industrialización, con la apertura, en 1848, de la Fábrica de Mar de José Ferrer i Cía y la creación, en 1854, de la fundición de Isidre Roset. En la fábrica de Mar se instaló un gasómetro este mismo año, que posteriormente hizo posible el alumbrado público de la ciudad. La llegada del ferrocarril en 1881 provocó nuevos cambios urbanísticos. El paso de las vías supuso la pérdida de algunas edificaciones y comportó un cierto aislamiento del barrio de Mar, porque marcó una separación física del resto de la villa. Por otra parte, dos nuevas grandes construcciones harían variar el aspecto de la fachada marítima. La instalación de la fábrica Pirelli en 1902, que transformó el tejido urbano y en la que trabajaron muchos vecinos y vecinas y pescadores de la zona. Y la construcción del puerto, a partir de 1949, que permitió el mantenimiento de la pesca y el transporte marítimo, a la vez que hacía variar para siempre la línea de la costa. Una transformación que todavía sigue hoy.
Con la industrialización, muchas mujeres vilanovinas y de Baix-a-Mar optaron por trabajar en la fábrica (unas para complementar el sueldo del marido y otras para conseguir una dote antes de casarse). Es un momento de cambio. Históricamente habitualmente las mujeres hacían trabajos como lavar, hilar, cuidar de los demás, preparar alimentos, traer agua… servicios que se hacían de manera gratuita y se centraban en la la satisfacción directa de las necesidades personales de otras personas y el reconocimiento que se derivaba de estas tareas era sólo moral, no económico.
Durante este tiempo las mujeres realizarán, sobre todo, trabajos relacionados con el textil. La Fábrica de mar estaba en fábrica textil del núcleo marinero. Trabajaba gente de toda Vilanova pero la mayoría eran mujeres de pescadores, niños y niñas. Se hacían confecciones textiles. También había mujeres que trabajaban en los talleres de confección que había por toda la villa y en Baix-a-Mar y más tarde en Cal Marqués o en La Pirelli. Gertrudis Lloveras nos explica su experiencia:
Hay muchos otros testimonios de mujeres del núcleo marinero como Pepita Nin, Àngels Barbacil, Conxa Navarro o Natalia Prats que explican su experiencia trabajando en Pirelli en el cuaderno “El pan de cada día” de la colección “La memoria del futuro”, editado por el Ayuntamiento de Vilanova. Era una época en la que el trabajo de la mujer era entendido como temporal y, por tanto, secundario: se sobreentendía que en el ciclo familiar la mujer dejaba la fábrica una vez se casaba, a cambio de una de una dote, y que sólo trabajaba durante la soltería, aunque muchas veces no era así. Esto provocaba que las mujeres no se especializaran en ninguna tarea y que, por tanto, tuvieran un sueldo mucho más bajo que el de los hombres. Por lo general, en Cataluña el trabajo extradoméstico femenino era un desprestigio y era desmoralizador por una mujer, que se interpretaba como un abandono de sus deberes familiares. Las mujeres en general desarrollaban trabajos relacionados con el textil. En cambio, los hombres realizaban trabajos más específicos (parador, contramaestre, técnico). En las plantillas de los trabajadores también podemos darnos cuenta de que además de la diferenciación de tareas en la fábrica, los salarios femeninos también eran inferiores a los de sus compañeros varones. En todas ellas, el salario de la mujer era entendido como complementario al sueldo del cabeza de familia, siendo bastante inferior al de los hombres: podía llegar a la mitad.
En la industria textil, la contribución del trabajo femenino, duro desvalorizado e invisible, es fundamental en la industrialización de Cataluña, desde su comienzo.
“La mujer obrera en la Cataluña contemporánea”. Mary Nash, 1988.
El espacio que hoy ocupa el Museo del Mar, uno de los espacios expositivos del Espai Far, fue originalmente la vivienda de la familia de los torreros de la Farola. El trabajo de torrer era un trabajo duro y solitario, no muy bien pagado y con un reglamento digno del ejército. Y antiguamente sólo podían acceder los hombres. Las mujeres durante muchos años (hasta finales del siglo XX) no podían ser técnicas fareras. De todas formas, y como ocurre en otros oficios, las mujeres en los faros realizaban trabajos no remunerados, como el mantenimiento de la casa y los trabajos domésticos.
Àngela Massanet y Climent Garau en el faro de San Cristóbal. Año 1905. Autoría desconocida.
Climent Garau y Àngela Massanet fueron los primeros habitantes del actual faro. Llegaron a Vilanova en 1905, después vivir en diferentes faros aislados, como el de la Isla Grossa de las Columbretes, delante de las cosas de Castellón, donde murió su hijo pequeño de dos años por enfermar y no haber podido recibir asistencia a tiempo. En 1892 se trasladaron al faro de la Mola de Formentera para permanecer durante dos años y un año más tarde en el de Porto Colom, en 1893. Después de bastantes calamidades y destinos a faros más aislados, el destino a Vilanova les significó la esperanza de una vida mejor. Climent y Àngela vivieron en Farola durante diez años y después fueron al faro de Sa Riba de Palma, uno de los situados en la ciudad y reservados a torreros de más de cincuenta años. Durante años, en los faros hubo esposas e hijas de torreros que les ayudaban, pero fareras titulares no había muchos. Primero porque no estaba permitido que una mujer fuera técnica harera y después, cuando ya sí que era permitido, porque no era un oficio común entre las mujeres por las obligaciones que comportaba.
Allí vivió durante veinte años seguidos, antes de abandonarlo voluntariamente por el moderno cambio de las condiciones de trabajo. Elvira Pujol, nacida en l’Escala, estudió Magisterio y trabajó en la escuela pública y la privada antes de presentarse en 1979 en las oposiciones de Técnico de Señales Marítimas, los antiguos torreros y torreras. Con el tiempo, los faros incorporaron diferentes innovaciones tecnológicas y esto modificó las tareas de las personas técnicas. Los torreros y torreras dejaron de vigilar durante la noche y se convirtieron en personas técnicas de comprobaciones de sistemas y de mantenimiento, encargadas de resolver las incidencias cuando saltaba la alarma. Actualmente los faros están conectados informáticamente a la Autoridad Portuaria y los teléfonos móviles permiten que las personas técnicas de guardia reciban la alarma directamente. Ya no hay torreros ni torreras que vivan en los faros y viviendas y recintos, adquieren otros usos. En el caso de nuestro faro de San Cristóbal albergando dos museos que quieren dar luz a la cultura marinera de la ciudad ya la historia de Baix-a-Mar.