Pasífae no es la vaca cornuda (la hay) sino la figura femenina que, desnuda y rebosante, se esconde en el vientre de nuestra colosal mulassa de Baix-a-mar (como el Patufet en el vientre del toro, donde no hay nieva ni llueve).
Escribo “mulassa”, como siempre, pero en puridad debería haber escrito “molassa”. Aumentativo de mola (de piedra de afilar) y no de mula, la palabra, de origen gascón, tipifica las antiguas barracas de piedra seca construidas entre viñedos como almacén de utensilios del campo y cobijo del campesino.
Por analogía, recibe también este nombre de “molazo” el túmulo, entablado o “molde de madera para la construcción de bovedillas” (“Diccionario catalán-valenciano-balear”). Y, en Vilanova y la propia Geltrú (y también en otros lugares), la carcasa en forma de mula que constituye uno de los más populares entremeses de nuestra Fiesta Mayor.
La escultura Pasífae, situada en el espigón de la playa de Ribes Roges fue realizada por Òscar Estruga en 1991 y colocada en 1993 sobre una plataforma de hormigón en la que está grabada la siguiente leyenda: “Pasífae, hija del Solo, sufrió una loca pasión por el toro más blanco del rebaño de su esposo Minos, rey de Creta”.
La vaca cornuda de Ribes Roges es, pues, un molazo: un escondite donde, según el mito, la pobre Pasífae, reina de Creta, se pone bien para que se anime sin embargo que Zeus, el principal de los dioses, que de vez en cuando se gusta que bajar a la tierra disfrazado de toro.
Pasífae era la mujer del rey Minos de Creta. Instigado su furor uterino por el dios del mar Posidón (por así vengarse de su real marido, que debería haber hecho alguna), Pasífae viene a ser cubierta carnalmente por Zeus, que se presenta en forma y potencia de toro blanco.
Nada de buey, pues. El buey es estéril, como la mula (ambos salen en nuestro tradicional pesebre). Nada de “bou del rebaño de Minos”, pues, sino toro como el que (en otro episodio de la misma mitología griega) dicen que raptó a la ninfa Europa.
A este dios bajado del Olimpo en cuerpo de toro se ofreció, pues, Pasífae, bien dispuesta en el vientre de aquella vaca de atrezzo que le había construido Dédalo a modo de molazo o carcasa donde ella pudiera simularse animal .
De aquella unión contranatura del divino toro blanco con la ansiosa reina de Creta nació el pobre Minotauro, el medio toro-medio hombre al que el cabreado rey Minos confinó en el centro del Laberinto.
De ese encuentro entre un Zeus y una Pasífae animalizados, de aquella rara fijación de lo volátil, se habría podido concebir un semidios, pero sólo salió un semihombre.
Torso y cabeza de toro, humano sólo de cintura por abajo, el Minotauro (que tan espléndidamente dibujó y grabó Picasso) era para Vicens Vives, como bien sabe el diputado David Fernàndez, un símbolo del vestidor poder central, ensimismado en su fortaleza.
De aquel Centro pensado a modo de impenetrable Laberinto escaparon, en alas de artefactos voladores como los que siglos después imaginaría Leonardo da Vinci, tanto Dédalo, el ingenioso constructor de la carcasa y del mismo Laberinto, como su hijo Ícaro, el utópico que capota sin que a nadie le importe (como viene a decirnos una bella pequeña pintura del viejo Brueghel).
La escultura está hecha de bronce y tiene unas medidas de 5 metros de largo, 3,20 m. de altura y 1,50 m. de ancho
¿Y Pasífae? De Pasífae no se sabe el final. ¿Cuál fue la reacción de Minos? ¿Asumió, calzazas, su papel secundario en el episodio? ¿Estalló celoso en un ataque de violencia doméstica? La historia no nos lo dice. Tampoco dice nada Salvador Espriu, que poco antes de morir escribió “Las rocas, el mar, el azul”(1981), “sobre algunos mitos griegos y sus entornos”. Sin embargo, ninguna de aquellas “cien cortas prosas” hace referencia a Pasífae.
Sí, que se refiere Espriu a Ariadna, la otra hija de Pasífae y Minos, y por tanto hermana del Minotauro. Esculpida también con gran maestría por Òscar Estruga, la tenemos también en Vilanova, en la plaza del Mediterráneo.
Semejante aquí a una diosa hindú más que cretense, Ariadna, la otra hija de Pasífae, parece atrapada en el aro donde se abrazan principio y final, como perdida dentro de la maraña mental de su propio laberinto.
Al fin y al cabo, deslumbrada por el amor, ha ayudado a Teseo, facilitándole el hilo, a matar a su propio hermano, el Minotauro, ese “cabeza de toro con un cuerpo más o menos de hombre”, como precisa Espriu.
Etimológicamente, Pasífae significa “la que brilla para todos”, en referencia a la luna. Seña magnífica en el horizonte de Baix-a-mar, la Pasífae anclada en la plataforma de playa del trajo de Garbí se ha convertido ya en uno de los más emblemáticos referentes a nuestro paisaje urbano.
Oriol Pi de Cabanyes
Escritor
Este artículo fue publicado en el año 2014 en la sección “Desde la Farola” del Diari de Vilanova.